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Objetos con identidad: La Escoba de curahuilla

PorRevista Materia 01 diciembre 2022

Distintos tipos y tamaños de la escoba de curahuilla. Estas son hechas por Jaime Jara, escobero de la VI región de O'Higgins ©Artesanías de Chile

De diseño anónimo, de principio del siglo XX, la escoba de curahuilla se ha convertido en la clásica escoba del campo chileno, parte de la tradición artesana del país y de nuestra cultura material. La planta de curahuilla crece en la zona central de Chile y pertenece a la familia de las gramíneas, al igual que el maíz, pero no produce mazorca. Sus fibras vegetales se cosechan, secan y trenzan a mano por artesanos escoberos de la VI región, donde este tipo de cestería es una técnica que se traspasa degeneración en generación. Artesanías de Chile, organización centrada en relevar y promover el trabajo artesanal en Chile, ha investigado esta técnica y acá publicamos un texto sobre ella con el testimonio de Jaime Jara, maestro escobero que trabaja en Pichidegua (VI región), que además de producirlas, viaja por Chile, por distintas ferias mostrando y comercializando sus escobas, para preservar su oficio ante la competencia de las escobas plásticas importadas.

Cestería en curahuilla

 

Desperdigados en la Región de O’Higgins, hoy ya son pocos los artesanos que aún elaboran la “típica escoba del campo chileno”, una pieza clásica de la Zona Central del país, elaborada solo con varas de curahuilla: una gramínea abundante en la región, parecida al maíz, que los cultores limpian y apilan en manojos para luego atarlos con un alambre tenzado a un palo de madera.

Aunque parece sencillo, se trata de un trabajo pesado y tedioso, cuyo resultado no tiene ninguna relación con el proceso industrial que existe detrás de los escobillones plásticos de bajo costo. Sin embargo, la competencia es tal, que por estos días son muy pocos los jóvenes que se están animando a aprender el oficio.

Gran parte de los maestros escobilleros que sobreviven, cuentan, aprendió el oficio siendo apenas niños. Por eso algunos, en vez de recolectar, siembran sus propias pepitas de curahuilla, pequeñitas y duras, que al igual que el maíz se demoran siete días en germinar. La cosecha se realiza durante el verano: con una echona cortan la mata, siempre en la misma dirección, para luego dejarla reposar unos días hasta que la curahuilla suelte la primera hoja que crece después del nudo.

Solo entonces se despunta. Si no son ellos mismos quienes la siembran, los artesanos extraen la fibra a mechones en las orillas de esteros y ríos que corren cerca de sus casas. Luego, la limpian a golpes o en una máquina, para después dividir las varas en tres segmentos: uno largo, “la caña”, sobre la que ponen el “recorte” –una rama secundaria que va al centro–; para finalmente terminar con la “hebra”, con la que se cubre el “hombro” de la escoba.

Objetos con identidad: La Escoba de curahuilla

El artesano escobero Jaime Jara junto a las fibras de curahuilla seca en su taller de Pichidegua. ©Artesanías de Chile

Objetos con identidad: La Escoba de curahuilla

Hebras de Curahuilla apiladas en taller de Pichidegua ©Artesanías de Chile

Oreada y seca la hebra, según la calidad de la curahuilla, quien distribuye las partes de la escoba es el armador. La de mejor calidad es el “sobre”, que se utiliza en la parte exterior de la escoba, a la del medio la llaman “tapa”, mientras que a la última la denominan “tripa”, por tratarse de la menos estética de las tres.

El segundo paso está a cargo del cosedor, quien luego de aplanar la curahuilla, y utilizando una enorme aguja punta roma, va añadiendo la fibra al palo de madera. Cuando las escobas están listas, el “endocenador” las agrupa de doce en doce, clasificadas en sus diversos tipos. Para adornos para las casas o para barrer las chimeneas, en miniatura; unas medianas pensadas en niños y niñas; y los escobillones más macizos para barrer veredas y calles.

La más solicitada, aseguran los maestros escoberos, es la escoba para asear los hogares. De esas pueden llegar a hacer fácilmente unas ochenta al día. Entonces, cuando juntan un lote suficiente, comienzan la travesía. Las que no se venden en la zona se suben a un camión, que recorre desde La Serena hasta Chiloé vendiendo escobas, pueblo por pueblo, con una convicción: aunque la competencia del plástico es fuerte, se mantendrán fieles a su técnica, pues para barrer cualquier superficie, dicen, no hay cómo la durabilidad y resistencia de la “típica escoba del campo chileno”.

Artesanías de Chile se ha enfocado en conectar la artesanía al territorio, mostrando el vínculo entre el desarrollo de objetos y técnicas que se desarrollan en una zona, porque en esa zona en específico abunda una materia prima que los artesanos conocen y comienzan a trabajar, traspasándose el saber generacionalmente. En el caso de las escobas, hay distintas versiones según su lugar de origen y dependiendo de la fibra vegetal que usen. La más masiva es la escoba de Curahuilla en el Valle central, pero existen otras, como lo indica el reportaje «Quedó la escoba» de Artesanías de Chile, como la Escoba de Chapilca (en el Valle del Elqui) y la Escoba Quilaneja de la Isla de Chiloé.

 

*Texto y fotografías gentileza de Artesanías de Chile. Esta publicación es una colaboración entre Artesanías de Chile y Revista Materia.

Objetos con identidad: La Escoba de curahuilla

Distintos tipos de costuras que se hacen a mano para las escobas de curahuilla ©Artesanías de Chile

Objetos con identidad: La Escoba de curahuilla

Producción de escobas en base a curahuilla, algunas con hebra teñida de verde y palo rojo ©Artesanías de Chile

Objetos con identidad: La Escoba de curahuilla

La planta de curahuilla ©ONG Brote Urbano

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