Fanaloza – Lozapenco: Un clásico de la cultura material chilena
Las vajillas de cerámica producidas por la Fábrica Nacional de Loza de Chile (Fanaloza) o Lozapenco, son un ejemplo de cómo los objetos se convierten en parte del imaginario de un territorio, sus tazas, platos, soperos o jarros son parte del patrimonio cultural chileno e incluso están presentes en la colección del Museo de Artes Decorativas. El más popular es el plato Willow, de cerámica blanca barnizada y con un bucólico paisaje pintado en azul, ahora convertido en un objeto de culto. Estas piezas no solo son valiosas desde sus características de diseño, sino también por lo que representan, hay apego, identidad e historia, ya que a través de su producción se habla del contexto en que vivía Chile, su sociedad y su industria.
Fanaloza abrió sus puertas en 1927 en la ciudad de Penco, Región del Biobío, zona con tradición alfarera que tenía yacimientos de arcillas y caolín (arcilla blanca estado puro). Esta empresa se distinguió por su propuesta de calidad, estética y vanguardia para la industria de loza y cerámica, llegando incluso a exportar a América Latina y Estados Unidos, y se convirtió no solo en un excelente productor de loza y cerámica a nivel nacional, sino que en un importante actor local, siendo parte del desarrollo socioeconómico de Penco, donde los trabajadores forjaron su identidad como los «loceros» de la región.
Todo esto se inició en un contexto de industrialización interna apoyado por el gobierno de la época, pero durante su desarrollo Fanaloza-Lozapenco, no solo buscó la funcionalidad y la calidad, sino que incorporó la belleza y el concepto estético para la población. Además, viajaban constantemente a Europa para traer nuevas tecnologías de impresión y otras vanguardias de lo que estaba pasando en la cerámica a nivel mundial.
La diseñadora gráfica Cynthia Aguilera en su tesis de 2015 «De lo cotidiano al imaginario, El paisaje azul de Lozapenco. Estudio exploratorio del plato modelo Willow de la fábrica de cerámica chilena Lozapenco«, investigó la importancia de la Fanaloza para el territorio y del alcance del plato Willow para la cultura material. Allí cuenta que además del área utilitaria y las vajillas más económicas, mantuvieron un departamento de Decoración para los diseños de las piezas y elección de motivos que importaban de Europa (que venían en calcomanías). En los 60’s trabajaron con piezas pintadas a mano, como la Bone China que era en porcelana hecha de ceniza de hueso, realizada artesanalmente, «igual que en el exterior» con decoraciones pintadas a mano y acabados de oro opaco. Además los fileteados de las vajillas económicas también eran a mano y usaban esta aplicación de oro en algunas terminaciones. Fue de este departamento que nació la famosa vajilla Willow, llamada así porque estaba inspirada en el patrón Willow de la loza inglesa de cerámica con dibujos azules, que a su vez fue inspirada por la antigua porcelana china de la dinastía Ming pintada de azul. Eso sí, el motivo del plato fue hecho en Chile por el escultor Roberto Benavente, que era el director del departamento de Decoración. Esa vajilla fue realizada con impresión bajo barniz, lo que le daba una terminación brillante y aseguraba una mayor vida útil.
*Fuente: Cynthia Aguilera, «De lo cotidiano al imaginario, El paisaje azul de Lozapenco. Estudio exploratorio del plato modelo Willow de la fábrica de cerámica chilena Lozapenco«.